El cazador de ríos

El cazador de ríos

Por Iván Zgaib

1.

Santiago Serrano cree que sus proyectos están destinados al fracaso. Cada vez que comienza una búsqueda fotográfica lo piensa: esto no va a funcionar, esto no va a llegar a buen puerto. Pero sabe, en cierto sentido, que eso forma parte de las reglas de juego en su método de trabajo. En su caso se trata de una aproximación a lo real que no está dada de antemano, sino que por el contrario, se va desenvolviendo a medida que explora un entorno. Varias de sus obras tienen un disparador en común: un río de algún punto del mundo que se mueve por rincones escondidos, que abre puentes entre zonas que usualmente aparecen como separadas. “Yo no tengo la concepción del río como fuente de la vida”, dice con su tono de voz calmo, “me interesa porque es un medio que va conectando diferentes realidades”. En el caso de Las Vueltas, el río que Santiago vino a explorar al Chaltén, el espacio es un misterio: él nunca había venido anteriormente.

2.

Santiago llegó a la residencia de NidoErrante desde Ecuador, donde vive actualmente. Allá persiguió varios ríos con destinos imprevisibles. Uno de ellos, por ejemplo, conecta de manera paradójica las realidades sociales que se niegan a convivir en un mismo espacio; fluye desde los barrios más ricos de la ciudad hasta un pueblo sin pavimento, olvidado por las autoridades oficiales y la obra pública. Cuando Santiago fotografió estos lugares, su participación consistió en integrarse a las dinámicas de estos espacios. Instalarse durante meses, vincularse con la gente y participar de las actividades cotidianas se convirtieron en sus estrategias de indagación. Pero ahora, en el Chaltén, sólo tiene diez días para llevar adelante su nuevo trabajo. “Se trata de deambular por acá”, me dice, “Lo que estoy buscando en este caso es bastante azaroso. Sé más o menos del curso del río, pero no conozco la dinámica, los horarios, cuándo sale la gente, qué pasa. Entonces tengo que ver con qué me encuentro”.

3.

En la residencia de NidoErrante, las noches se convierten en el punto de encuentro. Ahora son cerca de las doce, y el calor de un proyector nos ilumina mientras miramos los trabajos de los participantes. Sobre las paredes vemos una señora con lentes rojos sentada en una piedra, los brazos de un río oscuro que se envuelven sobre la tierra, un viejo de pelo largo sacándose una selfie al filo de la montaña. Santiago nos muestra los avances de su trabajo, donde la sucesión de fotos va develando distintas pruebas y aproximaciones al río Las Vueltas. En sus registros hay paisajes, hay retratos, hay encuadres enrarecidos y otros más realistas. “Ahora me interesa mirar lo que ven los turistas. Eso no lo había pensado antes de venir”, comenta Santiago, “Eso me lo encontré aquí. Tampoco es algo difícil de encontrar, pero creo que puede darle unidad al trabajo. Es este híper-ver de la gente: estás ávido de ver. Y subes y bajas y vienes para un lado, porque estás ávido de ver. Eso es lo que vienes a buscar: vienes a llenarte los ojos”.

El visionado de las fotos va a llegando a su fin y Santiago recibe las devoluciones de sus compañeros de residencia. Al igual que en muchos otros trabajos realizados durante estos días, el proyecto presenta una primera etapa de acercamiento al espacio. Constituye, en algún punto, una exploración que puede abrir distintos caminos a profundizar. Para Santiago, el futuro de su trabajo sigue abierto, pero está seguro de algo: “En realidad eso es como un conflicto en mi cabeza cada vez que empiezo un proyecto”, dice, “Tengo miedo de repetirme. Y los fotógrafos a veces tienen muchas imágenes en la cabeza. Entonces prefiero tomarme más tiempo. Y tengo un prejuicio sobre la mirada turística de postal; creo que es la sobreexplotación de la belleza paisajística, que hace todo híper-estético. No quiero contribuir eso porque hay un montón. Entonces trato de seguir buscando algo más”. El desafío está hecho: observar a los turistas desde una mirada que no se confunda con la de ellos. Mientras la residencia se acerca a su fin, quedan unos pocos días para que Santiago continúe tras la pista del río.

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